“Luz Arcas es una bailarina sin más alianza que su cuerpo y lo que con él levanta, inventa, construye, aúlla. La danza es otra forma de política, pero de política íntima, aquella que no se malgasta en una sola fuerza sino que se unta de muchas: poesía, teatro, pensamiento… Porque todo se mueve.
El proyecto de esta mujer sureña no se detiene en los márgenes del oficio de bailar, sino que entra y sale de todos los lugares donde se aloja una conmoción, un extravío. La danza es necesaria. Su danza es necesaria. Porque reclama complicidad y sitio sin pedir exactamente nada. Porque pone luz allá donde a veces la luz salva.”
“Yo, claro está, me emocioné como espectador con la gran emoción política de Luz Arcas, Abraham Gragera y la compañía de danza La Phármaco. Sentí mi puño, mi memoria, mi cuerpo, nuestras derrotas, la lealtad inquebrantable que le debo a mis mayores y todas, todas, todas las cosas que me enseñan los jóvenes, mis amigos jóvenes: las cosas con orgullo de ser ciertas.”
“Con Una gran emoción política, La Phármaco hace de la memoria una experiencia física de enorme altura poética.”
“Esto no es un panfleto político, es un trozo del mundo que dejó de existir en 1936. Hablaba de una vida digna, igualitaria y justa, defendía la democracia contra cualquier forma de autoritarismo y conquistó la soberanía para un pueblo empobrecido. Hasta que un golpe de Estado y una Guerra Civil convirtieron todas aquellas ilusiones en una utopia.”